El altruismo puede entenderse como altruismo puro, donde no
existen apego ni deseo, como en el caso del budismo, o bien como «egoísmo
altruista», como en el caso del cristianismo, donde existen apego a un ser
superior y el deseo de obtener la salvación. En la práctica, en ambas
religiones existen apego y deseo, y en el budismo existe una última etapa
previa a la iluminación que consiste en la renunciación a todos los logros
conseguidos a cambio de nada, con el objetivo de destruir el ego completamente.
Para el llamado «altruismo puro», no existe posibilidad de negociación; las
relaciones no son competitivas, sino colaborativas: uno procura el bienestar de
los demás sin esperar nada a cambio, y los demás procuran el bienestar de uno.
El budismo sitúa al apego y al deseo como emociones
negativas que también producen ira y, en definitiva, sufrimiento. Apego, deseo,
ira, miedo e ignorancia (por ejemplo, falta de comprensión del sufrimiento
ajeno) contribuyen a reforzar el ego. En la filosofía budista, el amor real es
el amor compasivo, y el amor y el ego son incompatibles. Recientes estudios
científicos han demostrado que la meditación produce un incremento de la
actividad en las zonas cerebrales relacionadas con las emociones positivas y
una disminución de la actividad en las zonas relacionadas con la ira y la
depresión. El «egoísmo altruista» es la filosofía de las relaciones humanas
predicada por Jesucristo («ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
ti mismo»). El altruismo es la forma de entender el amor para Leibniz, quien
cree que, si uno realmente entiende y busca el amor, siempre obtendrá placer en
la felicidad de otro.
Richard Dawkins interpreta ambas actitudes como las
expresiones del instinto de conservación del individuo (egoísmo) y de la
especie (altruismo). Explica que, según una teoría aceptada por algunos
biólogos, heredamos los genes responsables de tales actitudes de especies
antecesoras, y que, antes de nuestra llegada, la evolución biológica estuvo
probablemente controlada por un mecanismo denominado «selección de grupos»; en
virtud de este mecanismo, los grupos de individuos en los que hubiese más
miembros dispuestos a sacrificar su vida por el resto tendrían mayor
probabilidad de sobrevivir que los que estaban compuestos por individuos
egoístas; esto daría como resultado que el mundo terminase poblado por
individuos altruistas. Es una teoría que, aunque proporciona una explicación
para el hecho de que actualmente el altruismo predomine en el mundo, genera
gran controversia en el mundo científico por contradecir directamente la teoría
darwinista; por ello, la explicación personal del autor acerca de la supervivencia
del altruismo en el marco darwinista del egoísmo individual es que la unidad de
supervivencia no es el individuo, sino el gen; es decir, bajo este punto de
vista, los seres humanos y los grupos de seres humanos somos «máquinas de
supervivencia» «creadas» por los genes en su propio beneficio.
En cualquier caso, argumenta Dawkins, por el hecho de ser la
primera especie racional, también somos la primera especie en la historia de la
evolución capaz de elegir entre ambos tipos de comportamiento de forma
voluntaria, actuando por lo tanto de forma «independiente» a nuestra propia
programación genética. La evolución parece producirse mediante procesos solapados
entre sí y progresivamente refinados. A un nivel inmediato, funciona mediante
un simple, gigantesco e irracional proceso de ensayo y error; los éxitos de
determinado estado de organización facilitan su continuación. No obstante, a
medida que la organización se va desarrollando cada vez más, aparecen de forma
espontánea métodos de predicción estratégica, que eligen caminos indirectos
que, a corto plazo, incluso pueden parecer un error, pero que, considerados en
conjunto, constituyen un acierto; este tipo de «conductas» han podido
observarse en modelos virtuales de evolución programados en una computadora; la
conducta agresiva y egoísta constituye un primer nivel de supe organización, en
virtud de la cual el individuo «comprende» que para su supervivencia debe
«atacar» a sus rivales antes de acudir directamente a la recompensa, y la
conducta altruista es un segundo nivel que surge en el momento en que los
individuos desarrollan la capacidad de comunicarse entre sí; en modelos
computacionales se ha observado el desarrollo completamente espontáneo de
combinaciones de ambos mecanismos, de tal modo que un individuo se comunica con
otros varios y «miente» al resto en beneficio del grupo. El egoísmo, de este
modo, aparece desde la perspectiva del grupo como un comportamiento táctico, y
el altruismo como un comportamiento estratégico.
La inteligencia se constituye como un nivel adicional de supe
organización que permite el análisis de la situación global y la predicción del
mejor camino a seguir mediante la sustitución en buena medida del método físico
del ensayo y error por un proceso paralelo y «virtual», también sujeto a
evolución, que se desarrolla íntegramente en el cerebro de los individuos y que
se transmite de forma igualmente «virtual» a las generaciones siguientes
mediante la educación. Según la teoría de la singularidad tecnológica en
conjunción con el concepto de Transhumanismo, se sugiere que pronto tendremos
la posibilidad de programar de forma «artificial» nuestra propia evolución de
la forma más beneficiosa para todos, aunque, no obstante, existen críticas al
respecto.